Hiperrealismo anticapitalista

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(o como Generación low cost consigue dar en la diana)

En los (casi) seis meses que han pasado desde que dejé mi puesto en AnaitGames (¿alguien necesita una periodista cultural?) he estado trabajando en un ensayo que, siguiendo la senda marcada por la teoría de Mark Fisher, explore cómo las nuevas ficciones «anti ricos» terminan por subrayar sin pretenderlo las bondades del status quo. Mi intención es señalar la manera en la que películas como Puñales por la espalda o series como The White Lotus parecen disculpar la desigualdad si el dinero está en manos de personas que «se lo merecen» o la forma en la que la sátira de Succession queda desactivada en el mismo momento en el que su vestuario se convierte en algo aspiracional. Fisher lo deja claro en Realismo capitalista: el sistema es capaz de absorber cualquier tipo de crítica y, más aún, se ha convertido en un experto en monetizarla. Y teniendo en cuenta además que la gran mayoría de las obras culturales nos llegan a través de (o a pesar de) un enorme aparato industrial, indisociable del sistema, no es de extrañar que los golpes yerren o que, de acertar, terminen por dar demasiado flojo.

A pesar de esto, e influenciada por las ideas de Layla Martinez y Francisco Martorell Campos, estoy decidida a terminar el ensayo con una nota positiva, algo que vaya más allá del «todo mal» y que intente encontrar una luz entre tanta miseria. Y dado que no creo que pueda construir una distopía desde las limitaciones del análisis cultural, considero que la mejor forma de hacerlo es buscar las alternativas; las formas en la que las ficciones pueden plantar cara al capitalismo haciendo, si no imposible, sí mucho más compleja esta predecible asimilación. Para mí, la clave está en ignorar a los ricos. Dejar de intentar reflejar la mezquindad de sus comportamientos o la ridiculez de sus costumbres para fijarnos en el poder que tiene la clase obrera a la hora de cambiar las cosas. Películas como Pride, que nos recuerda la fuerza de la unión y la interseccionalidad, o novelas como Walkaway, que sabe imaginar un mundo en el que la explotación no es necesaria, ven con tanta claridad la diana que consiguen esquivar algunas de las formas de asimilación más habituales. Sin embargo, a la hora de bosquejar este capítulo —quizás, incluso, todo el ensayo— cometí un error. Sin duda es cierto que el capitalismo tiene la capacidad de rentabilizar y fagotizar todas las críticas pero, ¿qué pasa cuando se enfrenta a una obra tan pegada a la realidad que ni siquiera hace una crítica explícita? ¿Qué sucede cuando el espejo es tan fiel, tan claro, que no se pueden agarrar las deformaciones? Entonces, parece, las ideas de Fisher se quedan cortas.

Generación low cost es una película belga que sigue durante unos meses la vida de una azafata de una compañía aérea de bajo coste al estilo Ryanair. Lejos de usar una estructura narrativa tradicional en la que la protagonista debe superar una serie de conflictos para lograr su objetivo, Generación low cost se compone de una serie de secuencias ordenadas en el tiempo que, al estilo de viñetas, terminan por componer el tapiz de un vacío absoluto. Una imagen de la nada. Porque aunque el título se autoclasifique como una comedia, lo cierto es que no hace gracia y mejor favor le hacen otras etiquetas como terror o, incluso, ciencia ficción. Los sentimientos de Cassandre, la pasiva protagonista, están tan matizados y reprimidos que sería incluso injusto definir esta historia como un drama. No hay nada dramático en la visión de una existencia que muchos de nosotros compartimos. Lo que sí que hay es algo sintético. Espeluznante, quizás.

Dos herramientas muy interesantes a hora de acercarse a Generación low cost son las Crónicas anticapitalistas de David Harvey y el ensayo La cultura del narcisismo de Christopher Lasch. Gracias a Harvey es fácil identificar cómo el exceso de burocracia asociado a los sistemas neoliberales es el máximo culpable de la deshumanización que oprime a Cassandre y, a través de Lasch, podemos entrever cómo el sistema cambia a la protagonista (y a todos nosotros) resultando en un ser indefenso, hipocondríaco, temeroso y superficial; incapaz de separar sus necesidades auténticas de todo aquello que simplemente quiere o anhela. 

Me comenta mi amigo Alberto que tengo que poner más imágenes en el blog. Pues ya está.

Hay dos escenas clave en Generación low cost que subrayan, por un lado, la permeabilidad de la burocracia posfordista y la deshumanización inherente a la manera en la que permite eludir la responsabilidad que tenemos con nuestros semejantes y, por otra, los problemas derivados de que la estandarización se superponga a la lógica más humana. En la primera, Cassandre recibe una llamada de Orange en la que le sugieren que, dado que navega tanto en el extranjero, lo ideal es cambiar su plan a una tarifa plana con más datos. A ella la idea le parece buena y, cuando solicita el cambio, la operadora le comenta que solo la titular de la línea puede hacerlo efectivo. El problema es que la titular es la madre de Cassandre. Y la madre de Cassandre está muerta. La conversación entre la protagonista y la operadora, lejos de ser lo desgarradora que sugiere la situación, se vuelve eficiente y plana: un diálogo entre dos robots corteses, en lugar de dos seres humanos enfrentando un problema que debería ser humano. Cassandre pregunta cuál es el protocolo para poder cambiar de tarifa y la operadora le informa de que debe de dar de baja la línea actual —coste total: 49 euros— y darse de alta con una nueva tarifa a su nombre. Cassandre contiene las lágrimas y autoriza el pago. La situación se resuelve con profesionalidad y eficiencia. 

La burocracia en la escena de Orange se hace omnipresente a través de una serie de reglas inamovibles que, lejos de ayudar a la persona a la que supuestamente deben servir (Cassandre, la «cliente») se usan como una forma para que la operadora, y por extensión, la empresa de telefonía, eludan responsabilidades. Y las responsabilidades de las que hablamos en esta situación en concreto son las derivadas de las interacciones sociales básicas, aquellas que surgen de tratar con diferentes personas, con diferentes situaciones vitales, y que no pueden estandarizarse en un manual de empleado. Este tipo de burocracia, lo que podríamos llamar, según Harvey, la marketización de las relaciones, se analiza desde diferentes ángulos en otras secuencias, como aquella dedicada al curso que toma Cassandra para convertirse en manager de cabina y en la que aprende a «entrenar la sonrisa» para poder mantenerla durante 30 segundos y «transmitir calidez» u otra en la que la protagonista consigue establecer una conexión humana con una clienta de la aerolínea, para ser reprendida posteriormente por haber resuelto el problema fuera de los márgenes protocolarios. En Generación low cost sobran los ejemplos de cómo la sociedad está «robotizada» por la burocracia hasta el punto de señalar las interacciones humanas más básicas como «ineficientes» e «indeseables». Sin embargo, y de forma muy inteligente, también apunta a que esta rigidez hiper jerárquica que hemos llegado a normalizar también afecta de forma negativa a las empresas a las que tiene que escudar.      

En la segunda escena que a mi me parece clave en la representación de la permeabilidad burocrática, Cassandre recibe una llamada en la que se le informa de que su contrato está a punto de acabar y, por tanto, sus únicas opciones son hacer el curso para convertirse en manager de cabina o abandonar sin contemplaciones la compañía. Según le informa su superior, no importa que Cassandre haga bien su trabajo. Tampoco importa que no quiera ascender o que esté medianamente satisfecha con su salario y responsabilidades: el puesto es para personas que acaban de entrar y, por tanto, lo razonable según esta lógica burocrática es despedir a una empleada que ya sabe realizar el trabajo y encaja en la compañía y cambiarla por una persona desconocida sin cuestionarse cómo saldrá. La compañía se revela aquí como una máquina diseñada para engullir y procesar «capital humano» y accionada bajo una lógica arcaica, datada en los primeros años de la expansión capitalista, que dicta que todo empleado quiere ascender, competir y multiplicar su salario, aunque eso sea ahora del todo imposible. Es una de las muchas contradicciones de un sistema inamovible, que aquí aparece nítido en su ridiculez, precisamente porque la cinta no intenta parodiarlo. 

Pero Generación low cost no se contenta con mostrar cómo la sociedad y sus dinámicas se han transformado bajo el paraguas del capitalismo sino que también apunta a que las propias personas, sus deseos y su forma de ser, también se alteran al vivir en un sistema a todas luces deshumanizante: «las nuevas modalidades sociales requieren un nuevo tipo de personalidad, nuevos modos de socialización y de organizar la experiencia», escribe Christopher Lasch en La cultura del narcisismo. «El concepto de narcisismo no nos brinda, en ese sentido, un determinismo psicológico a la medida, sino la posibilidad de entender el impacto psicológico de cambios sociales recientes suponiendo que no solo recordamos sus orígenes clínicos, sino el continuo entre patología y normalidad». Para Lasch, la condiciones materiales que genera el capitalismo tardío producen que ciertas características de la personalidad del individuo se híper desarrollen. Cualidades como la tendencia a la promiscuidad, la hipocondría, la superficialidad como defensa, la huida de la dependencia, la incapacidad para afligirse o el pavor hacia la ancianidad y la muerte. En Generación low cost vemos múltiples ejemplos de estos rasgos de carácter en Cassandre, junto con una constatación de la forma en la que hacen su vida mucho más miserable.

La tendencia a la promiscuidad y la huida de la independencia la encontramos en los primeros minutos de la cinta cuando Cassandre, que ha evitado en varias ocasiones iniciar una relación romántica con una compañero con el que tiene plena confianza y atracción, busca afecto y conexión con un hombre anónimo, una relación esporádica a la que ha llegado a través de una aplicación para ligar. La protagonista de la cinta de Julie Lecoustre y Emmanuel Marre es solo capaz de mostrarse vulnerable con hombres a los que no verá nunca más, mientras que levanta barreras contra los más allegados en pos de una supuesta independencia que a todas luces no parece hacerle feliz. Esta idea se repite más tarde cuando la protagonista pasa varias semanas en la agradable compañía de su hermana y su padre mientras lidia con un impulso incontrolable de huida que, como vemos al final, no consigue dominar. Cassandre pone la independencia por encima de la felicidad y se consuela a través de unas ideas superficiales que ella misma identifica como tal. Para el personaje de Adèle Exarchopoulos las actualizaciones de Instagram que ponen las azafatas de las aerolíneas de Emiratos Árabes son tanto una idea aspiracional como una fantasía. Una línea de meta irreal que la consuela, precisamente por ser inalcanzable. En la escena final de Generación low cost, Cassandre levanta su móvil en uno de los escenarios con los que antes solo podía soñar. Ha llegado, está haciendo en persona exactamente el mismo vídeo con el que antes se consolaba. Pero nada ha cambiado en realidad. A su alrededor hay cientos de turistas y, además, las vistas no son tan espectaculares como lo parecían a través de la pantalla. No hay ni rastro del glamour que ella adoraba en redes sociales. Su vida de tiene visos de poder cambiar.

Desde luego, esta es una conclusión desgarradora pero eso no significa que la película no encuentre, aunque sea de forma fría, un rastro de esperanza. Hay una breve secuencia, justo antes de que finalice la primera mitad de la cinta, en la que Cassandre y sus compañeras se encuentran con los empleados de otra aerolínea protestando por sus condiciones. Ninguna de las azafatas de Wings se une a la marcha: aunque admiten que sus condiciones son penosas, si llegan tarde se arriesgan a recibir una amonestación. Eso es todo. La película no dibuja a los manifestantes como ingenuos o soñadores ni a Cassandre y sus compañeras como personas cínicas o ignorantes de su situación. La secuencia no puede ser más real porque es cierto que el capitalismo y las condiciones que genera anulan nuestra voluntad para exigir mejores derechos. Generación low cost se acerca a su tesis mediante la observación, con la confianza de que, al mostrar clínicamente la realidad, el público será capaz de hacer por sí mismo el comentario necesario. Ficción que se acerca al documental y que por eso mismo no puede ser asimilada. Es el hiperrealismo anticapitalista. Un arma que no podemos ignorar.

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Marta Trivi

13 comentarios

  • Es extraño porque el texto desglosa muchas de los síntomas de esta etapa del capitalismo que la película representa, lo cual uno podría decir que está muy bien si tenemos que no son muchas las películas contemporáneas que comprendan esa cantidad de interrelaciones entre el sistema macro y la más íntima subjetividad, pero con el disgusto de que no lo parodie. Si bien entiendo y comparto que el enfoque de Fisher se verifica en otras obras recientes, pienso por ejemplo en Soul, en The Mitchells vs the Machines, en Bojack Horseman, en C’mon, C’mon y un largo etcétera, no considero la parodia como única forma de cuestionar la realidad representada. Rosetta, por citar otro caso célebre de ese hiperrealismo capitalista, no es parodia en absoluto y no dudaría en atribuirle una integridad ética en sus modos de representación. Tal vez la línea pueda trazarse, más en si parodia o no, en si la obra invita al espectador a adaptarse a esa realidad o si evidencia sus fallas. El malestar de Cassandre en esa escena final ante la insuficiencia de lo que se le ha vendido como sueño, creo que es bastante claro en ese sentido.

    • ¡Hola, Cristhian! Muchas gracias por leer el texto y compartir tus reflexiones en torno a él.

      Creo que es muy interesante lo que comentas, pero hay bastantes autores que escriben sobre el posmodernismo (por ejemplo Stuart Jeffries) que afirman que es muy difícil hacer parodia dentro de él porque la gente no entiende que estás parodiando y el mensaje se puede quedar en el aire.

  • Hola Marta. Una vez más un post genial de tu parte, dando en la diana justo como hace Generación Low Cost. Comentar un par de cosas.
    La primera cuándo hablas de como Cassandre veía las actualizaciones de Instagram de las otras azafatas pensando q era su meta y el vacío q siente por igual cuando llega a ese puesto; me recordaste un análisis q hace Víctor en Anait sobre «Amaerican Arcadia» q esta muy vinculado al concepto y ya modo de vida de la telerrealidad. Cito por aquí un pequeño fragmento: American Arcadia llega en un momento en el que Gran Hermano parece champín al lado de las mutaciones de la telerrealidad a las que nos sometemos, voluntaria o involuntariamente, a diario, y no solo en la pantalla que preside el salón de nuestra casa sino en las muchas otras que nos rodean o que llevamos encima a todos sitios, todo el día; esta versión 3.0 de la «telerrealidad» en la que vivimos en ocasiones nos hace interpretar la vida real como menos real que lo que ocurre en la pantalla, tan efectiva a la hora de asignar feedback y métricas a cada paso que damos en internet. A veces parece que nos preocupemos más por el share de nuestra vida que por vivir.
    Y lo segundo un detalle, una pequeña corrección. En este párrafo dices: «La tendencia a la promiscuidad y la huida de la independencia la encontramos en los primeros minutos de la cinta cuando Cassandre». Creo que querias decir *huída de la dependencia.
    Y un último comentario, una imagen como dice Alberto no está mal, para poner a todos en contexto. En este caso ya durante todo el artículo me hacía una imagen mental de Cassandre.
    Abrazo Marta, y q decir, cuanto talento.

    • Hola, Dévito.

      Víctor, como siempre, haciendo análisis tremendamente certeros casi sin despeinarse. Como si fuera algo sencillo.

      Gracias por el apunte. En efecto, se me pasó al ese detalle al escribir; ¡en cuanto pueda lo corrijo!

  • Me ha gustado mucho que digas que están «robotizados» porque me ha recordado que «robot» significa «siervo» en checo. Que cuando somos menos humanos sea cuando somos más siervos del sistema no me parece nada casual.

    • Te agradezco que comentes, Genís, aunque no haga falta en realidad; con que me leas y disfrutes del texto tengo suficiente. De todas formas, no te voy a engañar, saber que hay alguien al otro lado me anima a seguir escribiendo. ¡Un saludo!

  • Totalmente de acuerdo, gran artículo, como siempre, me haces replantearme cosas para intentar desenvolverme mejor en los difíciles caminos de la acracia que son los míos, me encantaría en un futuro algún artículo tocando el tema del idealismo en los tiempos que corren, cine o series que muestren con empatía o habilidad, que otra forma de actuar es posible, para cambiar el sistema o al menos nuestro eco-sistema local, un saludo!
    Pd: Mira el correo porfi (quizás el spam?) sobre el Conexiones Frikis.

  • Antes que nada, decirte que haces un trabajo tremendamente bueno, siendo una persona que tiene ansiedad como yo, no quiero que te agobies con los piropos que voy a dejarte sobre tu trabajo, aunque Igntius Farray no es mi gran referente, dice algo que me parece bastante bueno: «A veces cuando nos alaban nos pone en una posición mas precaria que cuando no, porque parece que tenemos que estar a la altura en todo momento», no son palabras exactas pero bueno, lo que quiero decir es que, adelante y no te agobies jajaja.
    Creo que tu visión anticapitalista, concreta y sin mucho prejuicio pequeñoburgués, yendo al grano y sin dejarte llevar por nimiedades, sobre todo, poniendo el ejemplo de obras de ficción para representar realidades y yendo al fondo de la cuestión, es algo ya no bueno, sino muy necesario dentro del mundo de la cultura. Sé que no eres la única pero si que recoges en un todo y en lengua castellana, lo bueno de muchas influencias.
    Después del halago, una ampliación o corrección a algo que dices en el texto y que muchos dicen también, Transcribo la parte: «…La compañía se revela aquí como una máquina diseñada para engullir y procesar «capital humano» y accionada bajo una lógica arcaica, datada en los primeros años de la expansión capitalista, que dicta que todo empleado quiere ascender, competir y multiplicar su salario, aunque eso sea ahora del todo imposible. Es una de las muchas contradicciones de un sistema inamovible,…».
    Es cierto, que esto sucede pero creo que muchas veces las empresas no hacen esto por rigidez burocrática, (me refiero a cuando lo hacen con trabajadores de bajo nivel o mandos intermedios), sobre todo en los últimos tiempos, pienso que también es una manera de evitar contratos más largos, de mejorar condiciones laborales que le suponen más dinero de coste a la empresa.
    El pensamiento empresarial es, mejor echar a una trabajadora con experiencia y sobre todo, tiempo en la empresa que contratar a un trabajador nuevo al que podemos ofrecer un contrato peor por menos dinero y que además cargue con más trabajo. Esa trabajadora con más experiencia y tiempo puede exigir mejores condiciones laborales y si, es verdad que ella sabe mucho ya del funcionamiento de la empresa pero la empresa hace balance, tampoco es tan relevante que ella sepa tanto, para el trabajo que hace, meter a alguien nuevo al que vamos a explotar a tope, nos va a compensar, porque podemos ponerle un salario menor por más horas y como las leyes laborales les favorece, pues ese balance les sale mejor a favor de echar a trabajadoras con experiencia que meter a trabajadores nuevos fácilmente explotables.
    En este caso, a la trabajadora le ofrecen el curso para ascender, puede ser que en otros países europeos, la ley laboral les exija eso o como dices, la antigua cultura empresarial se mezcle para ofrecerle esa oportunidad pero en el estado español, lo que suele pasar a menudo es, una trabajadora que va a hacer tiempo en la empresa, fuera de la empresa aunque ahora con el contrato indefinido discontinuo no tienen ni que hacer eso.
    Además, porque las grandes empresas dependen cada vez menos de lo que producen para ganar dinero, cada vez necesitan menos calidad puesto que vemos, que el origen de sus ganancias cada vez se basa más en el capital ficticio del mercado bursátil y la compra-venta de productos de capital. Según su mentalidad, para que tener a trabajadores de nivel bajo expertos, lo que necesitan es que se hagan las cosas de manera lo más rápida posible, si no lo hacen, pues cogemos a otro nuevo que sea más avispado y evitamos la mejora de condiciones laborales que podría, encima, atraer a otras y otros a exigir mejoras también.
    Creo que tienes mucha razón pero que también se completa con este tipo de prácticas, como digo, sobre todo en trabajadores del nivel bajo o mandos intermedios de nivel bajo. Somo la clase desechable para el capital.

    Perdón por la extensión, a lo mejor por mi culpa pones una extensión máxima de comentario. Sorry. Y gracias por este blog y por tu maravilloso trabajo.

    • Hola, Sergio!

      Muchas gracias por tomarte tanto tiempo en compartir tus ideas. Aunque tarde mucho en responder, me voy leyendo todos los comentarios cuando tengo un hueco.

      Por otra parte, no te preocupes por el agobio; es verdad lo que comentas, me resultan un tanto incómodos los piropos, pero me alegro mucho que a la gente le guste lo que escribo.

Por Marta Trivi